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Lecciones de un científico loco: Nikola Tesla

Nikola Tesla era un genio incomprendido, un futurista consciente y, por si fuera poco, creó el estereotipo para lo que hoy conocemos como científico loco. Tesla era como un rompecabezas: su origen era serbio, hoy reconocido como croata, pero se presentaba como yugoslavo pese a ser norteamericano naturalizado.  Se sabe que Nikola fue muy estudioso desde joven. También que fue profesor y que tuvo una racha de apostador y que, al final de su vida hablaba con palomas. Pero la esencia de Tesla radicaba en emprender, en hacer cosas nuevas y, aunque su legado estuvo cerca de perderse, su herencia como empresario y creador se mantiene vigente.

No tengas miedo a emprender

La carrera profesional de Nikola Tesla comenzó en París, trabajando en la Continental Edison Company. Su genio, ganas de hacer más y crear lo llevaron a Estados Unidos a seguir desarrollándose en la compañía del que se convertiría en su archienemigo: Thomas Edison. Tesla escaló rápidamente en la jerarquía laboral hasta que Edison le dio una tarea que consideraba casi imposible: rediseñar los generadores de corriente continua que resultaban, a ojos de Tesla, completamente ineficientes. De lograrlo, Edison pagaría a Tesla $50 mil dólares ($1.1 millones de dólares actuales).

El croata cumplió con el reto que le habían impuesto mejorando no solo el servicio, sino también la economía de dichos aparatos. Pero –siempre hay un pero–, al momento de pedir su remuneración, Edison le dijo que había sido una broma y que “no entedia el humor estadounidense”. Tesla renunció inmediatamente y desempleado, tomó cualquier labor que le ofrecieron, pero se centró en desarrollar su sistema polifásico de corriente alterna, lo que le permitió conseguir un par de socios y abrir su primera empresa. Como era demasiado bueno para ser verdad, sus socios lo destituyeron años después y se encontró, nuevamente, en bancarrota. Para capitalizarse, trabajó como obrero hasta que convenció a George Westinghouse, otro magnate de la electricidad,  de utilizar sus sistemas polifásicos, lo que les permitió (a Telsa y a Westinghouse) vencer a Edison en la llamada guerra de las corrientes.

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El problema de la mayoría de los emprendedores actuales, es que sus grandes ideas no siempre tienen el capital para aventurarse a cambiar el mundo y toman cualquier trabajo en el que sus ideas sean aplicadas, pero no son remuneradas adecuadamente. ¿Qué aprender de esta primer lección? Haz lo que te gusta, que tarde o temprano llegarán los fondos. Nikola Tesla trabajaba para capitalizarse y seguir creando cosas. Hoy, existen más de 110 patentes registradas bajo su nombre.

No todo es dinero, pero cómo sirve

Lo que Tesla tenía de genio creativo y talento para las ciencias, le hacía falta en habilidad para los negocios. Una vez que entre él y Westinghouse vencieron a Edison, las regalías que el inventor serbio hubiera recibido lo convertirían en uno de los hombres más ricos del mundo.

Sin embargo, The Westinghouse Company, que estaba cerca de la ruina le pidió a Tesla que por favor, obviara el pago de esas regalías para sobrevivir, y así lo hizo como muestra de agradecimiento a un hombre que creyó en él, invirtió en sus ideas y jamás le quiso tomar el pelo. Los últimas días de Tesla fueron financiados por Westinghouse, como un agradecimiento no tácito por haberlos rescatado.

Su obsesión por la transmisión inalámbrica de datos lo llevó, en 1898, a convencer al inversionista J.P. Morgan (sí, hoy hay un banco con su nombre) a que invirtiera $150 mil dólares en su proyecto: una gran torre en el centro de Long Island para que con ella pudiera crear un sistema de transmisión de datos global. Este proyecto, de haberse logrado, hubiera sido la cima de la carrera del inventor.

“En cuanto esté completada (la torre), será muy fácil que un ejecutivo en Nueva York dicte sus instrucciones y que aparezcan inmediatamente mecanografíadas en sus oficinas de Londres, o donde quiera”, escribió el emprendedor loco.

La obra comenzó en 1901 y Tesla estaba quemando dólares para acabar su la Wanderclyffe Tower, nombre de su emblemático proyecto. Los inversionistas del mundo comenzaron a financiar la radio de Marconi, quien, aunque recibe el crédito de haber inventado la radio, utilizaba 17 patentes de Tesla y este último sólo fue reconocido como el inventor de la radio hasta 1943, ya que estaba muerto.

Conserva tu humanidad

Una década antes de su muerte, Tesla aseguraba haber diseñado el arma de destrucción masiva más letal que jamás se hubiera inventado, sin embargo, nunca la aterrizó en planos o diseños como casi todos sus avances (gracias a que tenía memoria eidética), porque temía que fuera caer en las manos equivocadas. Sí, como buen científico brillante y loco, también era paranóico.

Aunque pidió financiamiento a J.P. Morgan Jr, hijo del magnate que había gastando una fortuna en un proyecto que nunca vio la luz, y al primer ministro británico, nadie le hizo caso. El gobierno de la Unión Soviética le hizo un cheque por $25 mil dólares pero el proyecto nunca despegó. Tesla aseguró que no había plasmado ninguna idea de su arma mortal porque temía que esta fuera a caer en manos equivocadas. Sin embargo, cuando encontraron su cadáver, el FBI incautó todas sus pertenencias y buscaron incansablemente información sobre el susodicho dispositivo de muerte. La lección si bien es básica, es de suma importancia: no importa que tan grande sea tu idea, que tanto impulse a tu ego, o que tan trascendente haga tu legado, cuida a tu prójimo porque es lo correcto.

En alguna ocasión le preguntaron a Albert Einstein qué se sentía ser el hombre más inteligente del planeta, a lo que él respondió “eso pregúntenselo a Tesla”. Ironía o no, el legado de Tesla está vivo y su espíritu emprendedor está permeando a una nueva generación de emprendedores, medio científicos, medio locos, brillantes todos, en pos de un mejor lugar para vivir.

Este texto publicado originalmente en Alto Ejecutivo pero es de mi autoría.